Para los inversores que evalúan las entidades financieras, la crisis climática
pronto se convertirá en algo a tener muy en cuenta. Nuestro análisis muestra
que ya hay una amplia dispersión entre los líderes y los rezagados del sector
En su histórico discurso de 2015, Mark
Carney, el por entonces gobernador del
Banco de Inglaterra, aludió al fantasma
de un «momento Minsky», es decir, un
desplome de los precios de los activos
provocado por factores relacionados con el
clima. En la época, sus palabras parecían
sacadas de una distopía, algo muy lejano.
Hoy, sin embargo, parecen proféticas.
Un amplio y variado número de bancos
centrales temen que el cambio climático
pueda ser el desencadenante de la
próxima crisis financiera. Por esta razón,
los reguladores en Europa y el Reino
Unido ya están empezando a mirar
con lupa la resiliencia de los bancos al
cambio climático, escrutando tanto el
probable estrés derivado del giro hacia
una economía «con cero emisiones de
carbono» durante las próximas décadas
como el impacto de eventos climáticos
extremos.
Por el momento, sin embargo,
la preocupación de los bancos centrales
no se ve reflejada en los mercados
de renta fija y renta variable, que se
mantienen relativamente impasibles al
riesgo climático. Pero durante los próximos
años el cambio climático podría convertirse
en un determinante clave de la rentabilidad
financiera y un importante factor para los
inversores centrados en bancos. Incluso
a corto plazo existen riesgos para los
beneficios, mientras que a medio plazo es
probable que los bancos presuntamente
con las mayores exposiciones al clima
afronten mayores requisitos de capital,
por no hablar de los riesgos
reputacionales.
Pero no se trata de una cuestión
solamente de riesgo. En los próximos
años, también podrían existir
oportunidades para los bancos que lideren
la financiación de la transición a una
economía con cero emisiones. De hecho,
se estima que la inversión y la financiación
verde podrían captar nada menos que
50.000 millones de USD de ingresos
durante los próximos cinco a 10 años.1
Determinantes del cambio
A medida que el cambio climático se
convierte en un tema central, creemos que
pronto realizar compromisos de alto nivel
sobre el clima dejará de ser suficiente
para los bancos. Sujetos a un escrutinio
cada vez mayor, tendrán que mejorar su
información sobre el riesgo climático,
demostrar que incorporan las cuestiones
relacionadas con el clima a sus criterios
de concesión de crédito y reducir su huella
de carbono.
Aunque el grado de exposición del crédito
bancario a los combustibles fósiles es
relativamente modesto —los sectores
intensivos en carbono representan hasta
la fecha menos del 10% de la exposición
total de los bancos europeos— una crisis
climática podría acentuar las pérdidas del
sistema bancario en hasta un 60%, según
cálculos del Banco Central Europeo (BCE),2
e impactar en los beneficios ya que los
combustibles fósiles representan entre un
10% y un 15% de los ingresos mundiales
de la banca mayorista.3
El riesgo reputacional ya está aumentando.
Valgan como ejemplo las críticas recibidas
por JP Morgan Chase en 2020 por sus préstamos al sector de la energía.4 En un
informe elaborado por un consorcio de
organizaciones no gubernamentales (ONG)5
que incluía a Rainforest Action Network
y BankTrack, se puso de manifiesto que
dicha entidad era el mayor financiador
del sector de combustibles fósiles a nivel
mundial. Conforme la opinión pública se
vuelve más sensibilizada con el cambio
climático, el posible daño para las
reputaciones no puede ser ignorado.
Los reguladores bancarios están
empezando a exigir que se introduzcan
cambios, especialmente en la Unión
Europea y el Reino Unido. Los bancos
centrales de Francia y los Países Bajos
llevaron a cabo pruebas de resistencia
frente al cambio climático en 2020; el
Banco de Inglaterra hizo lo propio en
2021; y el BCE planea hacer otro tanto
en 2022. De cara a 2025, la Autoridad
Bancaria Europea pretende introducir su
revisión de capital ASG, que diferenciará
el tratamiento de los activos en términos
de exigencia de capital según los factores
medioambientales y sociales.
En el Reino
Unido, los bancos deberán observar
las recomendaciones del Grupo de
Trabajo sobre Divulgación de Información
Financiera relacionada con el Clima
(TCFD) para 2025, y aportar información
estandarizada sobre sus riesgos
relacionados con el clima.
En Estados Unidos, un endurecimiento de
la regulación también se perfila claramente
en el horizonte. En noviembre de 2020,
la Reserva Federal estadounidense
identificó por primera vez el cambio
climático como un riesgo para la estabilidad
financiera. Es más, el presidente Biden
ha destacado el cambio climático como
preocupación prioritaria, y piensa exigir
a las empresas cotizadas que divulguen
información sobre sus riesgos financieros
relacionados con el cambio climático.
Líderes y rezagados
Sin embargo, hasta ahora hay escasas
pruebas de que los bancos estén
reduciendo sus préstamos al sector de
combustibles fósiles, con la importante
excepción del carbón. Pero a no mucho
tardar los inversores podrían empezar
a diferenciar entre los líderes y los
rezagados, puesto que las obligaciones
reguladoras les harán disponer de mejor
información. Además, la interactividad
de los accionistas y el activismo de las
ONG podrían impactar pronto en las
valoraciones de las acciones bancarias.
Llevamos a cabo un ejercicio interactivo
con más de 50 bancos en todo el mundo.
El ejercicio abarcaba preguntas sobre
estrategia climática y gestión del riesgo
climático, seguidas de una serie de
reuniones de control. Encontramos claras
evidencias de pautas comunes. A un nivel
alto, algunos de los bancos británicos,
neerlandeses y suizos muestran un
buen desempeño. Les siguen a escasa
distancia los bancos nórdicos, franceses,
españoles y japoneses, mientras que los
irlandeses, alemanes, italianos y chinos
marchan rezagados.
Hemos empezado a tener en cuenta en
nuestro análisis la exposición de los
bancos a los riesgos del cambio climático.
Si bien el cambio climático aún no está
afectando a los beneficios de los bancos
o sus requisitos de capital, podría empezar
a hacerlo ya en los próximos dos a cinco
años. Puesto que al evaluar las compañías
manejamos un horizonte a dos años
vista, estamos incorporando este factor a
nuestro análisis de renta fija y asignando
calificaciones relativas a los bancos.
Dichas calificaciones están empezando a
afectar la construcción de la cartera.
En nuestra opinión, no pasará mucho
tiempo antes de que los inversores en
general empiecen a diferenciar entre líderes
y rezagados. Esto creará una oportunidad
para los inversores activos y, al mismo
tiempo, recompensará con un coste de
capital competitivo a los bancos más
previsores en abordar el cambio climático.
Sin embargo, hasta ahora hay escasas pruebas de que los bancos estén reduciendo sus préstamos al sector de combustibles fósiles, con la importante excepción del carbón