Las réplicas son una consecuencia común y perjudicial de los terremotos, causadas por los efectos del desplazamiento del temblor principal. Aunque estos movimientos sísmicos son preocupantes, a menudo son un resultado razonablemente predecible del hecho desencadenante principal. Los terremotos de gran magnitud pueden provocar cientos de réplicas. Aunque existen patrones comunes con respecto a la distribución y magnitud de las réplicas, siempre puede haber sorpresas. Sin embargo, es habitual que su magnitud y frecuencia se reduzcan con el tiempo.
Actualmente, el mundo se encuentra sumido en un gran terremoto económico. No obstante, el «epicentro» del terremoto económico mundial no se sitúa en una ubicación geográfica, sino que reside en los esfuerzos de contención generalizados que se han concebido para reducir el ritmo de contagio de la COVID-19, lo que ha provocado la paralización a corto plazo de numerosas áreas de la actividad económica. Visto de otro modo, esta situación implica que una de cada cinco personas de todo el mundo se encuentra actualmente bajo orden o aviso oficial de confinamiento. Las previsibles réplicas económicas y sociales se están empezando a sentir ahora.
En el próximo informe del Departamento de Trabajo de EE. UU.1, observaremos un aumento masivo de las nuevas solicitudes de subsidio por desempleo en Estados Unidos, una cifra que, aunque probablemente cause alteración, es una consecuencia lógica de las medidas de contención. En las semanas venideras, conoceremos más datos sin precedentes en cuanto a su dimensión y su nivel de alteración. Si las medidas de contención resultan efectivas a la hora de reducir la tasa de contagios diaria, como se ha observado en China, Corea del Sur e incluso en Italia en los últimos días, los mercados pueden comenzar a prever una reducción de las publicaciones de datos económicos de carácter «sísmico».
En 1976, el terremoto de Tangshan, en China, dejó un balance oficial de 255.000 víctimas mortales. Claramente, esto supuso una tragedia para los habitantes de esa región que, en gran parte, se debió a los edificios de construcción no reforzados cuyo diseño no era el adecuado para soportar un terremoto. Hoy en día, los edificios se están adaptando para mejorar su durabilidad y proporcionar una estructura arquitectónica que pueda resistir mejor un seísmo.
De igual modo, observamos una adaptación del sistema bancario en EE. UU. y en Reino Unido después de la crisis financiera mundial de 2008/2009. Las mejoras sustanciales en el capital y la liquidez han reforzado considerablemente la capacidad del sistema financiero y la economía de esos países para soportar un terremoto económico y sus réplicas.
Las medidas de los bancos centrales mundiales en los últimos días han sido significativas en cuanto a su magnitud y admirables en cuanto a su oportuna aplicación. Los gobiernos se están apresurando en inyectar liquidez a través de estímulos fiscales para ayudar a las personas, a las pequeñas empresas, y a las autoridades locales y municipios. Esta combinación de un sólido sistema bancario readaptado y el impresionante abanico de medidas de liquidez nos dan pie a confiar en que resistiremos esta sacudida y, conforme los temblores desaparezcan, surgirá una economía totalmente operativa.