Muchos fondos de inversión responsable experimentaron dificultades en 2022 debido a su reducida exposición al sector del gas y el petróleo y a su sesgo hacia la calidad. No obstante, Claudia Wearmouth sostiene que el argumento de inversión permanece inalterado y que la inversión responsable se ha generalizado.
Aunque puede que el caos provocado por la pandemia de la COVID-19 haya amainado en muchas partes del mundo gracias a la aplicación de programas de vacunación de gran envergadura, no cabe duda de que 2022 ha sido un año convulso. Me vienen a la mente hechos como la guerra en Ucrania, los elevados precios de la energía, los desbocados niveles de inflación y la crisis del coste de la vida. Por otro lado, la avalancha de fenómenos meteorológicos extremos demostró que el cambio climático continúa siendo un reto mundial de primer orden que debemos afrontar.
Así, cabría preguntarse qué trayectoria ha firmado la inversión responsable (IR) durante este periodo marcado por la incertidumbre. Tras registrar unas sólidas rentabilidades en los últimos años, muchos fondos de IR se han visto perjudicados durante 2022. En parte, ello obedece a que suelen presentar una exposición reducida al sector del petróleo y el gas, que se ha beneficiado del marcado repunte de los precios de la energía. Además, las estrategias orientadas hacia la IR tienden a presentar un sesgo hacia los valores de crecimiento y sectores como el tecnológico y el de atención sanitaria, que han sido objeto de una rebaja de calificación debido a la incertidumbre en relación con la inflación y los tipos de interés. A más largo plazo, tenemos el firme convencimiento de que el argumento de inversión permanece inalterado, especialmente a medida que las oportunidades
relacionadas pasan a presentar una naturaleza más amplia.
La inversión responsable se ha generalizado
Pese a estos obstáculos, la IR continúa siendo muy popular,
lo que me lleva a mi primera consideración para 2023:
«factores ambientales, sociales y de gobierno corporativo
(ASG)», «sostenible», «inversión socialmente responsable (ISR)»,
«impacto»… todos estos términos y tipos de inversión que abarca
el concepto de inversión responsable están ahora presentes
por doquier. En efecto, Bloomberg ha sugerido que los activos
ASG podrían superar los 50 billones de USD en 2025 como muy
tarde. Parece que todos los actores del sector de la inversión
han despertado y quieren comprender mejor la idea de invertir de
un modo que redunde en beneficio de las personas y el planeta
y que permita obtener rentabilidades financieras. En lo que a
nosotros respecta, nos centramos en la calidad y en garantizar
que continuamos desarrollando nuestro enfoque relativo a la
integración de los factores ASG —seguimos revisando las fuentes
de datos ASG y desarrollando herramientas de análisis ASG para
ayudar a nuestros equipos de inversión a obtener información
de gran calidad para fundamentar mejor las decisiones de
inversión—, lo cual constituirá un área prioritaria para nosotros en
2023 y en lo sucesivo.
El marco normativo reviste cada vez más solidez
Mi segunda observación para el año que se avecina tiene que
ver con el refuerzo del marco normativo de cara a aumentar la
supervisión y evitar el lavado de imagen verde (greenwashing)
ante una inversión responsable que está cobrando aún más
impulso. Tras la publicación del Reglamento sobre la divulgación
de información relativa a la sostenibilidad en el sector de los
servicios financieros (SFDR) en Europa, el Reino Unido ha dado a
conocer sus Requisitos de divulgación de información en materia
de sostenibilidad (SDR). Por su parte, EE. UU. podría implementar
en breve medidas similares de la mano de la Comisión del
Mercado de Valores (SEC) del país. Estas normativas, sumadas a
compromisos como el Código de Administración del Reino Unido
(UK Stewardship Code) y la iniciativa de las gestoras de activos por
un mundo de cero emisiones netas (Net Zero Asset Managers),
están conllevando un aumento de las exigencias en el ámbito de
la comunicación de información.
Comprender los distintos compromisos y normativas que se
entrecruzan sin que la empresa tenga que renunciar a sus
convicciones supone una tarea mayúscula. Aunque este aumento
de las exigencias en materia de comunicación de información
reglamentaria puede parecer bastante oneroso, considero que
impulsará a nuestro sector en la dirección adecuada y fomentará
una mayor transparencia. En última instancia, ello garantizará
que los clientes obtengan las estrategias que mejor se ajusten a
sus necesidades. El incremento de la supervisión regulatoria y la
adopción de normas comunes no solo puede impulsar mejoras
a la hora de comunicar información, sino también en el plano de
los productos y servicios, en un contexto en el que los gestores
de activos tratan de innovar para mantenerse a la vanguardia del
entorno normativo o, mejor aún, llevarle la delantera. En relación
con todo ello, observamos que existe una dependencia cada vez
mayor de los datos ASG para cumplir los requisitos normativos y
mantener al tanto a los clientes sobre las repercusiones de las
estrategias en las que invierten. Si bien la cobertura y la calidad
de los datos está mejorando, todavía queda bastante camino por
recorrer antes de que se pueda confiar en ellos con exactitud:
nada puede sustituir una experiencia y unas capacidades
auténticas y de gran profundidad.
La implicación importa, pero debe realizarse adecuadamente
Por último, mi tercera consideración en el plano de la IR para
el próximo año gira en torno a la actividad de implicación. Los
inversores de todo el mundo están tomando conciencia del poder
que encierra una actividad de implicación en cuestiones ASG
meditada y exhaustiva. Muchas de las «compañías sostenibles» de
renombre están ampliamente representadas en las carteras de los
inversores, y creemos que la actividad de implicación constituye
una importante herramienta a la hora de identificar qué compañías
están bien posicionadas para ser los líderes del mañana. La
actividad de implicación también representará una herramienta
clave si queremos que las compañías y los sectores efectúen una
transición hacia la adopción de prácticas más sostenibles, un
aspecto en el que se centran muchos fondos ASG.
Mediante la inversión en compañías capaces de acreditar de
forma creíble su trayectoria hacia un futuro sostenible y el recurso
a las actividades de implicación para impulsar esta transición
en mayor medida, los inversores pueden generar repercusiones
positivas en el mundo real. Este planteamiento contrasta con la
adopción de un enfoque general que implique la desinversión
del capital invertido en una compañía únicamente porque esta
se encuentra en una fase demasiado incipiente de su itinerario
de transición. Atesoramos más de 20 años de experiencia a la
hora de llevar a cabo actividades de implicación sobre cuestiones
ASG y ponemos el foco en implicarnos con las compañías de una
manera extremadamente selectiva y meditada. En última instancia,
este enfoque conlleva que nuestro trabajo genere mayores
repercusiones, al resultar minucioso y hacer hincapié en cuán bien
posicionadas están las inversiones para realizar una transición
hacia un futuro sostenible.