El avance del COVID-19 ha provocado el desplome de los mercados bursátiles de todo el mundo, la aprobación de medidas fiscales de emergencia por parte de los gobiernos y la aplicación de políticas de relajación monetaria por parte de los bancos centrales, son ejemplos de los intentos que se están realizando para respaldar las economías en esta crisis coyuntural.
Los titulares transmiten nerviosismo, con declaraciones catastróficas y alarmistas sobre el mercado bursátil y la economía, por no mencionar el riesgo más que real para la salud de la población. Hasta el inversor más experimentado podría haberse visto sorprendido por las repentinas caídas de los mercados mundiales que han erosionado el valor de los ahorros para la jubilación y las inversiones en las dos últimas semanas.
Las imágenes de las pantallas bursátiles teñidas de rojo por el creciente número de personas contagiadas por el coronavirus en todo el planeta bastan para hacer tambalear la entereza de cualquier inversor.
Aun así, ni con todo esto debe cundir el pánico.
Como afirma el prestigioso gurú de la inversión Warren Buffett: «En el siglo XX, Estados Unidos resistió dos guerras mundiales y otros conflictos armados traumáticos y costosos; la Gran Depresión; alrededor de una docena de recesiones y pánicos financieros; crisis petroleras; una epidemia de gripe; y la dimisión de un presidente caído en desgracia. A pesar de todo eso, el Dow Jones se revalorizó desde los 66 hasta los 11.497 puntos».1
Inversión a largo plazo
No cabe duda de que el COVID-19 tendrá un impacto real y duradero en la economía (según cifras del PIB mundial). Las cadenas de suministros de todo el planeta han acusado turbulencias, el consumo está disminuyendo porque cada vez más gente se está quedando en casa, y a las compañías les costará incrementar los beneficios. Pensemos en todos los eventos cancelados y las repercusiones en las agencias de viajes, los proveedores de servicios de ocio y hostelería, y los fabricantes de alimentos y bebidas. Sin lugar a dudas, esta inquietud se hará sentir.
Ahora bien, aunque no sabemos hasta qué punto se verá afectada la economía, por no hablar de nuestras comunidades y nuestro bienestar en general, resulta bastante probable que, a largo plazo, la economía mundial seguirá funcionando como de costumbre.
Cuando la situación vuelva a la normalidad, es cierto que todas esas tazas de café, vuelos, comidas fuera y entradas de cine que se perdieron nunca se recuperarán. No obstante, una vez que se dejen atrás estas repercusiones a más corto plazo, el consumo volverá a repuntar, lo que quiere decir que la gente empezará a vivir sus vidas casi de la misma manera en que lo hacía antes de que el COVID-19 apareciera en escena.
En ciertos aspectos, incluso podrían registrarse mejoras. El precio del petróleo se ha desplomado, lo que podría traducirse en el abaratamiento de la gasolina, mientras que las personas que viven en países donde los bancos centrales han recortado los tipos de interés podrían ver reducidos sus pagos hipotecarios. Los gobiernos también están implementando estímulos fiscales que podrían repercutir en el dinero disponible para gastar.
De la misma manera, las economías también se recuperarán. La pregunta que sigue en el aire es si las economías de EE. UU., Europa o el Reino Unido estaban abocadas a una recesión antes del COVID-19, o si el coronavirus resultó ser sencillamente el catalizador de una inevitable recesión tras la mayor expansión económica jamás registrada. En cualquier caso, los mercados acabarán por recuperarse de la misma forma en la que lo han hecho en décadas anteriores.
Así pues, aunque resulta perfectamente comprensible que los inversores sientan un cierto grado de nerviosismo cuando estalla una crisis, también se sabe que lo que se vive como una urgencia a corto plazo puede revestir una importancia ínfima diez años más tarde. De hecho, la inversión a largo plazo ayuda a suavizar los máximos y los mínimos en el mercado bursátil y puede revelarse una estrategia más eficaz que intentar moverse al compás del mercado.
Invertir con regularidad
Una estrategia de «comprar y mantener» permitirá sacar partido del interés compuesto (cuando se generan beneficios de los ya generados previamente) para amplificar las rentabilidades, pero solo resultará eficaz si se mantiene el dinero invertido y se deja que el tiempo haga su función.
En cambio, algunos inversores a largo plazo optan por invertir en intervalos uniformes, añadiendo dinero poco a poco a sus inversiones a lo largo del tiempo para beneficiarse de lo que se conoce como el «promedio del coste monetario». Esta técnica permite comprar un mayor número de participaciones o acciones cuando los precios caen, lo que conllevaría un aumento de la rentabilidad en caso de recuperación. Lisa y llanamente, en un periodo como el actual (cuando se han esfumado miles de millones del valor de las empresas), aquellos que apuestan por invertir con regularidad serán capaces de comprar más con su dinero.
¿Inversión activa o pasiva?
Cabe mencionar, asimismo, que los gestores de fondos activos disponen de la capacidad suficiente para añadir valor en mercados tanto alcistas como bajistas, sobre todo en estos últimos. Los inversores que replican un índice de forma pasiva acusarán el descenso de sus inversiones en sintonía con la trayectoria descendente del mercado en el que invierten; mientras que un gestor activo no cesará de buscar vías alternativas durante los periodos marcados por la volatilidad para generar valor en sus fondos.
La selección de un gestor de fondos activo que atesore un nutrido historial de generación de rentabilidades reales reviste una vital importancia, si lo que se desea es contar con la mejor oportunidad de sortear las turbulencias del mercado bursátil y crear riqueza a largo plazo.
Con todo esto en mente, los inversores que implementen estrategias juiciosas y bien diversificadas a largo plazo deberían, y con razón, no caer presa del pánico.
Información importante: Exclusivamente para uso de inversores profesionales y/o cualificados (no debe entregarse a clientes particulares ni emplearse con ellos).
Las rentabilidades pasadas no son indicativas de los resultados futuros.
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