Aterricé en Washington D.C. un domingo y tuve el tiempo justo para hacer algo de turismo por la capital, pese al frío polar reinante y un programa bastante intenso. Luego conduje dos horas y media hasta Winchester (en Virginia) que parecía ser una ciudad fantasma, ya que se avecinaba una tormenta de nieve y casi todo estaba cerrado. Tan desierta estaba la ciudad que me recordó a Punxsutawney en la película Atrapado en el tiempo.
Fui a visitar Axalta, un fabricante de pinturas que mantenemos en cartera desde 2016. El mercado de la pintura está bastante consolidado, ya que apenas cuenta con cuatro o cinco operadores de envergadura. En teoría, éste debería ser un mercado de naturaleza oligopolística. Axalta participa en el segmento de renovación del acabado de vehículos, que integran los talleres que se encargan de repintar los coches después de un accidente. Axalta ha dotado a estos talleres de chapa y pintura de equipos que escanean el color del coche y determinan qué pintura se debe mezclar para que coincida con el acabado existente. Así que, si tuviera un Toyota Camry de 1999 que ya ha perdido el brillo, estos equipos conseguirían el mismo color y su coche parecería el mismo de antes. Axalta también participa en muchos nichos de la pintura industrial, donde un operador suele dominar el mercado.
Esta visita me permitió plantear algunas preguntas sobre el negocio subyacente y, en concreto, sobre los precios, ya que la compañía atraviesa dificultades para aumentar los precios en algunos segmentos del sector del automóvil y, además, un competidor con una estructura de precios irracional ha entrado recientemente en el mercado. No obstante, también quería saber por qué la pintura es un mercado oligopolístico, es decir, por qué resulta tan difícil fabricar pintura. Soy químico de formación, así que esto también me resulta especialmente interesante.
Nos trasladamos a una gigantesca fábrica de pintura, situada a unos 20 minutos de Winchester, donde Axalta fabrica un tipo específico de pintura. Me impresionó el tamaño de la fábrica: parecía una refinería. Hice un recorrido por las instalaciones, completamente envuelto en el olor de la acetona/disolvente, algo que me aseguraron no era dañino para mi salud. La fábrica tiene enormes cubas de cuatro pisos de altura, donde se calienta la pintura en un proceso increíblemente complejo. Mi visita me permitió descubrir el enorme tamaño de la fábrica, el complicado proceso de fabricación de la pintura y las características de esta pintura tan especial.
Por último, pude conocer en mayor profundidad la estructura del sector y los obstáculos que cualquier nuevo operador tendría que franquear para hacerse hueco en este mercado.