Los datos económicos registrados en 2023 han sido mejores de lo esperado: la inflación ha disminuido, el empleo ha mantenido su resiliencia y hemos evitado adentrarnos en una recesión; de hecho, el crecimiento ha mostrado una resiliencia impresionante.
La suma de todas estas «buenas noticias» ha obligado a la Reserva Federal (Fed) estadounidense y a otros bancos centrales del mundo a
mantener los tipos de interés en niveles más altos durante más tiempo.
En la actualidad, observamos un sentimiento de incertidumbre en torno
al calendario de los recortes de tipos, así como en torno al momento en
el que se producirá una ralentización económica y a la magnitud que esta tendrá, lo cual suscita ciertos temores en el mercado.
A continuación, expongo mis reflexiones de cara a 2024:
Los riesgos geopolíticos podrían tener más peso que los económicos
La ralentización que todos estamos esperando continúa retrasándose, pero no preveo que sea excesivamente grave cuando termine de materializarse. Los riesgos relativos que plantea una inflación progresivamente más alta o más baja, o una recesión más leve o más
profunda son, por lo menos, riesgos que conocemos. En nuestra opinión,
los mayores peligros en 2024 serán aquellos de índole geopolítica, que
albergan un mayor potencial de hacer descarrilar las previsiones. Ello
incluye la escalada del conflicto en Oriente Próximo y las crecientes
tensiones entre Estados Unidos y China.
Más allá de las trágicas pérdidas humanas que conlleva la situación en Oriente Próximo, estos acontecimientos generan volatilidad a corto plazo y presiones inflacionistas a largo plazo. Dichas presiones repercuten directamente en las compañías, dado que encontrar suministros energéticos alternativos o construir nuevas cadenas de suministro tendrá un elevado coste. Otro acontecimiento impredecible son las elecciones que se celebrarán en EE. UU. En efecto, resulta difícil vaticinar la repercusión que tendrán sobre los mercados, si es que la tienen, y es precisamente su naturaleza impredecible lo que supone un problema: los mercados detestan la incertidumbre.
Oportunidades en una coyuntura incierta
A medida que nos encaminamos hacia el nuevo año, invertir exigirá equilibrar el optimismo sobre la economía mundial con las numerosas incertidumbres a las que nos enfrentamos. En el plano de los bonos, ello implica sopesar la inversión en dos clases de activos que están ofreciendo unas rentabilidades sólidas: los bonos corporativos con calificación investment grade y los bonos del Tesoro estadounidense con vencimientos a medio y largo plazo. Asimismo, cabría plantearse invertir en bonos de alto rendimiento, que están registrando unos rendimientos tentadores cercanos al 10%.
La elección dependerá de las perspectivas que tengan los inversores sobre el rumbo que tomará la economía a partir de ahora y de su apetito por el riesgo. En lo que respecta a las acciones, creo que debemos mirar más allá del reducido grupo de compañías que han liderado el mercado en 2023. En mi opinión, un mayor número de empresas registrará una rentabilidad favorable a partir de ahora, y segmentos que no han protagonizado los repuntes que sí hemos observado en los sectores de mayor solidez podrían pasar a revestir mayor atractivo.
El regreso de la diferenciación a los mercados
Durante la pandemia de la COVID-19 y en el periodo inmediatamente posterior a esta, los bancos centrales y la política fiscal remaron en una misma dirección: lograr la estabilización de las economías. Aunque sus tácticas para conseguir este objetivo puedan haber diferido, su finalidad fue en gran medida la misma. Durante 2023, hemos empezado a observar el regreso de una cierta diferenciación en el plano de las políticas y los resultados económicos, y creemos que este fenómeno podría acentuarse a lo largo de 2024 (gráfico 1).
Por lo tanto, la Fed bien podría mantener los tipos de interés más altos durante más tiempo en comparación con el Banco de Inglaterra, por ejemplo. La economía del Reino Unido, con su estructura de concesión de préstamos hipotecarios a más corto plazo y su mayor vulnerabilidad general al aumento de los tipos, se deteriora antes. Europa ha logrado impedir que se materialice una recesión en 2023 gracias, en parte, a un invierno suave que ha permitido al Viejo Continente mantener los precios energéticos en niveles reducidos incluso ante la pérdida del suministro energético procedente de Rusia. Cabe la posibilidad de que esta situación vuelva a reproducirse en 2024.
Gráfico 1: ¿Una evolución algo menos sincronizada?
Previsiones del consenso para 2024
Fuente: Bloomberg/Columbia Threadneedle Investments, 25 de octubre de 2023
El quid de la cuestión estriba en que empezamos a observar que se están creando brechas, también en el plano de las valoraciones. Con unos beneficios previstos de 18 veces, la renta variable estadounidense es bastante más cara que la renta variable europea (12 veces) y japonesa (14 veces). No creo que las valoraciones, por sí solas, sean el motivo adecuado para realizar una apuesta regional en el momento actual, pero constituyen otro ejemplo de la creciente diferenciación entre los distintos mercados, lo que podría traducirse en el surgimiento de oportunidades en el futuro.
Un horizonte temporal más largo para la transición energética
En un contexto caracterizado por la ralentización del crecimiento económico, podríamos asistir a una ralentización en la implementación de los programas de transición energética, o ver cómo determinados actores se retractan de algunos de los compromisos que han contraído, tal y como hemos observado en el Reino Unido. Ello no quiere decir que no vayamos a cumplir esos compromisos, pero en un entorno económico de mayor debilidad estos esfuerzos seguramente deberán equilibrarse con otras prioridades en materia económica y de gasto.
Conclusión: la antesala de una ralentización presenta oportunidades
El rumbo de la economía parece estar guiado por un crecimiento reducido o incluso en proceso de ralentización, por la disminución de la inflación y por unos tipos de interés en niveles elevados. Algunos consideran que es posible que se produzca una recesión más profunda debido a la persistencia de los altos tipos de interés, mientras que otros vaticinan que la inflación aumentará debido al continuo fortalecimiento de la economía, a un recorte de la producción por parte de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) e incluso a las repercusiones de la guerra. Los inversores deberían prepararse para un término medio entre esos desenlaces. A mi juicio, ese será el escenario más probable durante los próximos seis meses.